sábado, julio 01, 2006

La Quietud Insomne

Bruno Marcos
Esa misma sensación de agonía y esplendor que aquella de cuando te gustaba una chica y no querías que se acabase el curso porque así estabais obligados a veros, dando la vuelta a la rutina, sacando de ella la plenitud primaveral. Así me quedé, con ese sentimiento ambiguo, vagando, después de que se fueran todos, por los pasillos otrora bulliciosos, como una maestra solterona cuyo único mundo es ya la escuela, como Rosalía de Castro diciendo: “adiós ríos, adiós montes, adiós regatos pequeños...”.Ya no volveré a encontrarme con ellos a la fuerza, en esa monotonía machadiana que, a fuerza de insistente, tornó todo lo nuestro en intimidad. ¿Qué será de sus vidas? Lo normal.
Con los primeros estruendos de los fuegos artificiales de la noche de San Juan me sorprendieron de espaldas, en una terraza, Palín y Ramsés, como dos potrillos felices. El conocerles me revitalizó, como dice Gil de Biedma, ellos vienen a llevarse la vida por delante. No quiero ni pensar –oh cuervo- en el momento en que lleguen a la otra parte del poema, el momento en el que, como Jaime, se den cuenta de que envejecer, morir, no son sólo las dimensiones del teatro sino el único argumento de la obra. ¿Lo son? Tal vez no.
Y ahora este verano por delante. No será como otros. Antes era un tiempo silvestre. Volvía a mi ser más boscoso trasnochando cada vez más, saliendo, entrando, viendo películas, leyendo, escribiendo, meditando, laborando... cualquier cosa con tal de estar despierto mientras el mundo dormía, también para anular la mañana, el despertar a la realidad, hasta arribar en esas noches en las que pensaba lo que un hombre no debe pensar si quiere ser feliz: Lo que dice, si la escuchas, la quietud insomne.
Al final de tantas noches así volvía a ser un muchacho, una cabeza, un tronco, unas extremidades, puramente existenciales, un muchacho en vela, otra vez, sobre un confín bajo las estrellas, ineluctablemente solo, sin que nadie, amor, familia o amigos, pudieran hacer compañía a quien se adentraba en tales predios. ¿Podrá ser un muchacho así un buen padre? El secreto debe estar, como dice Rubén Darío, en ser tranquilo y fuerte, con el fuego interior –canta Rubén- todo se abrasa; se triunfa del rencor y de la muerte mientras la caravana pasa.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Nadie quiere la quietud ni parar un momento porque es cuando uno empieza a hacerse preguntas, y la primera que llega siempre es la misma.
Conocí en Burgos a un Maquetador que me decía que no podía estar un segundo en silencio, tenía que estar siempre con música porque "así no me rayo con preguntas". MIra a tu alrededor y todos van desconectados con su MP3, excepto los bohemios que buscan la quietud insomne.
Lo demás es silencio

julio 13, 2006 12:27 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Esto ya parece un oasis, donde esta el camello???

julio 13, 2006 12:29 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Esto ya parece un oasis, donde está el camello?

julio 13, 2006 12:30 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

NO tendrás cuervo el sindrome del CEO de Estocolmo.Me empiezas a preocupar seriamente.

julio 13, 2006 12:31 p. m.  

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